Diego Velázquez fue uno de los pintores más importantes del Siglo de Oro español y autor de la obra Las Meninas.
Diego Velázquez comenzó su aprendizaje en Sevilla, donde estudió con el pintor Francisco Pacheco, quien también fue su suegro después de que se casara con la hija de Pacheco, Juana, lo que le abrió las puertas de la Corte Real, donde fue nombrado pintor de cámara y aposentador real, trabajo que le restó tiempo para la pintura.
Pero, por otra parte, esta circunstancia lo liberó de los problemas económicos
que sufren los artistas, de manera que no dependió de la venta de sus obras para subsistir. Esto hace de él un artista moderno, en quien priman los valores estéticos. De hecho, retoca varias obras en su afán de perfección artística.
Como encargado de las colecciones reales, pudo estudiar a los grandes maestros y en la Corte pintó numerosos retratos de la familia real española, así como de cortesanos y personajes importantes de la época
Diego Velázquez inicia sus primeros pasos en el tenebrismo, pero pronto comprendió que la luz no sólo ilumina tos objetos sino que permite discernir el aire interpuesto entre ellos, el cual provoca que las formas pierdan precisión y los colores limpieza: la perspectiva aérea.
Al superar el tenebrismo, su pintura cambia en colorido y factura. Asimila el colorido veneciano y la pincelada se vuelve inconexa y destructora de la forma, pero al ser contemplada de lejos ofrece una apariencia de gran realismo y se adelanta a los impresionistas.
Sus composiciones evolucionaron de la simple yuxtaposición de personajes con actitudes reforzadas en su etapa juvenil a una mayor laxitud de actitudes, una facilidad de movimiento y una mejor agrupación de las figuras de su madurez.
Etapa sevillana (1610-1623)
Sevilla, centro cultural y económico del momento, ejerció una primera influencia. De sus maestros. Herrera y Pacheco, aprendió la representación del relieve y las cualidades, el tenebrismo y los rasgos manieristas. En sus obras, sublima las cosas más vulgares al tiempo que humaniza a los seres divinos, que los dota de una intimidad cotidiana en la linea de la Contrarreforma.
Con una humanidad moderna retrata con idéntica actitud tanto a reyes como a plebeyos.
Él tenía una habilidad para capturar la personalidad y el carácter de sus modelos en sus retratos. Esto se aprecia en los retratos de la familia real española, donde logró representar la dignidad y el poder de sus sujetos.
A diferencia de sus coetáneos, no siente predilección por tos temas religiosos, que, si bien ejecuta durante ese periodo, es por imperativos económicos, que
abandonará cuando se instale en la corte
En esta época pinta bodegones, retratos y temas religiosos, como El aguador de Sevilla, Vieja fríendo huevos, La adoración de los Reyes Magos, Cristo en casa de Marta , y otros en tos cuales muestra su profundo amor por lo cotidiano y sensible.
Las composiciones resultan sencillas, con fondos oscuros, contrastes luminosos muy marcados y pinceladas densas de efecto escultórico.
Etapa de madurez (1623-1660)
Inicia la conformación de su propio estilo. Los temas religiosos y bodegones son
sustituidos por el retrato de la corte. Los retratos están resueltos con gran simplicidad de recursos, son interpretaciones realistas de personajes concretos que miran al observador en actitud estática. El firme contorno de la figura se recorta sobre un espacio más daro
Sus notas esenciales son la elegancia, sencillez y naturalidad.
Las Meninas
Essta es su obra cumbre. Supera el propio tema del retrato e implica a los personajes, al colocarlos en el lugar del pintor. A la genial imaginación creadora hay que añadir el tratamiento de la luz
La escena se desarrolla en un aposento del antiguo Alkázar madrileño. A la izquierda, aparece Velázquez en acción de pintar. El grupo principal aparece en el centro con la infanta Margarita y sus damas, María Agustina Sarmiento e Isabel Velasco. A la derecha, dos enanos Maribárbola y Nicolás de Pertusato, se ubican tras un perro recostado y en segundo término, aparece doña Marcela de Ulloa. Al fodo aparece tras una pequeña puerta el aposentador del palacio José Nieto, y junto a éste se reflejan en un espejo las efigies de Felipe IV y su esposa.
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